Los Sucesos de Hollister de 1947 y la Historia del 1%

Si hay una fecha destacada en la subcultura biker esa es 1947. No se trata tanto de lo que sucedió en Hollister el fin de semana del 4 de julio, sino del efecto y la influencia que tuvo la versión que ofrecieron los medios, y posteriormente, el cine de lo sucedido. Lo que a continuación sigue es una traducción de lo que se puede encontrar en la página de los Salinas Ramblers MC que se encargaban de organizar el evento de Hollister con la AMA (American Motorcycle Asociation), acompañada de fotografías de aquellos días. 

Los auténticos “Salvajes”. Los “disturbios” de Hollister de 1947
Nota para los visitantes de espiriturider.com: Estas entrevistas se llevaron a cabo a finales de 1998. Todos los participantes fueron testigos presenciales de los hechos que llegaron a ser conocidos como los “disturbios” de Hollister. Extractos de las entrevistas se publicaron en Bike Classic, pero las transcripciones completas se presentan aquí, con el fin de documentar completamente este importante evento de la historia del motociclismo. 

Resumen
El 4 de julio de 1947, 4000 escapes libres entraron en Hollister. Su plan era pasar el largo fin de semana de fiesta y ver las carreras, pero la fiesta se desmadró un poco. La policía local incluso admitió que los motoristas “se hicieron más daño a sí mismos de lo que le hicieron a la ciudad”, pero la prensa explotó la historia fuera de toda proporción. Cuando los hechos fueron dramatizados por Hollywood en “El savaje” (The Wild One), la imagen que  EEUU tenía del motociclismo cambió para siempre. Ahora puedes leer, lo que sucedió en realidad, en las palabras de las personas que realmente estuvieron allí. 

Introducción
Al finalizar la segunda guerra mundial, la ciudad de californiana de Hollister tenía una población de alrededor de 4.500 habitantes. Las tierras de cultivo, suavemente onduladas, que rodean la comunidad eran muy adecuadas para ir en moto. En las afueras de la ciudad, en Bolado Park, a unos 10 kilómetros de distancia, y en el Memorial Park había instalaciones para scrambles (senderos), hillclimbs (ascensiones) y carreras de dirt-track. 

Durante la década de 1930, Hollister había sido el escenario de carreras populares organizadas por la Asociación de Motociclistas Americanos y promocionadas por los Salinas Ramblers. Los espectadores participaban en el ‘Gypsy Tour’ organizado por la AMA y, al crecer la asistencia, las carreras del Memorial Day llegaron a ser tan importantes como la feria de ganado o el rodeo de Hollister.  

Las carreras se dejaron de celebrar después de la entrada tardía de Estados Unidos en la guerra. Cuando se organizaron de nuevo en 1947, los comerciantes locales dieron la bienvenida a esa importante fuente de ingresos para la economía de Hollister.

Cuando llegó la paz, muchos soldados estadounidenses fueron desmovilizados en California y se establecieron allí. Como soldados tenían un sueldo regular, pero no encontraban en que gastarlo. En la soleada California, con dinero extra en la mano, hicieron lo mismo que cualquier lector del Classic Bike hubiera hecho. Entonces, cuando se cansaron, con lo que les sobró, compraron motos.

Los veteranos formaron cientos de pequeños motoclubs con nombres como los ‘Jackrabbits’ (Liebres), ’13 Rebels’ y ‘Yellow Jackets’ (Chaquetas amarillas). Los miembros vestían sueters del club; rodaban, bebían y se iban de fiesta juntos, y organizaban salidas informales al campo. No había ningún sentido de la territorialidad o rivalidad entre clubs.

La AMA se dio cuenta de que la guerra había relacionado a muchos estadounidenses con las motos. Los veteranos volvían con experiencia sobre la Harley Davidson WLA 45. A su regreso, la escasez de metales y combustible había animado a la gente a ir en moto en lugar de en coche. Deseando conservar estos nuevos pilotos, la AMA volvió a organizar competiciones y “Gypsy Tours” con renovado entusiasmo.

El ejército, sin embargo, no es el mejor lugar para adquirir buenos modales. Los nuevos motociclistas bebían más y eran más revoltosos que los pilotos que venían a Hollister antes de la guerra.

A partir del viernes por la mañana, miles de motociclistas se desparramaron por la ciudad, bajaron desde San Francisco, subieron desde Los Ángeles y San Diego, y otros vinieron desde lugares tan lejanos como Florida y Connecticut. Por la noche, San Benito Street estaba colapsada por las motos, con el fin de evitar que los lugareños se perdieran entre la multitud, el departamento de policía de Hollister, de siete hombres, puso unos controles de carretera en cada extremo de la calle principal.  

Al principio, los 21 bares y tabernas de Hollister dieron la bienvenida a los motoristas con los brazos abiertos. Fue un buen truco colocar las motos en frente de varias tabernas. Sin embargo, los dueños de los bares se dieron cuenta rápidamente de que la multitud no necesitaba ningún estímulo adiciona y siguiendo el consejo de la policía, los camareros acordaron cerrar dos horas antes de lo normal, un intento en vano que se hizo para dejar de servir cerveza, pensando que los motociclistas probablemente no podrían permitirse el lujo de tomar alcohol más fuerte.

Desde el atardecer del viernes a la madrugada del domingo, la sobrepasada policía de Hollister (y muchos residentes perplejos) vieron carreras de aceleración de borrachos a escape libre, derrapadas, quemadas e improvisadas carreras de relevos por la calle principal. La mayoría de ellos ignoró las carreras que se estaban celebrando en el Memorial Park.

  

En total, se trataron por heridas en el hospital local a 50 o 60 motociclistas. Hubo el mismo número de arrestados, que fueron acusados de delitos menores como: embriaguez pública, conducta desordenada y conducción temerari, la mayoría fueron retenidos solamente durante unas horas. No hubo asesinatos ni violaciones, no hubo destrucción de propiedad, ni incendios, ni saqueos, de hecho ningún ciudadano sufrió ningún daño.

El domingo, llegaron 40 oficiales de la patrulla de carreteras de California con una demostración de fuerza y amenazas de gas lacrimógeno. Los motociclistas se dispersaron y volvieron a sus puestos de trabajo.

El San Francisco Chronicle se apresuró a contar el fin de semana salvaje de Hollister. Aunque en realidad no mintieran, las historias llevaban titulares sensacionalistas de tipo: “Devastación en Hollister” y “Disturbios… los motoristas toman la ciudad”. La pesadilla del departamento de relaciones públicas de la AMA empeoró dos semanas más tarde, cuando la revista Life publicó una foto, a página completa, de un fornido borracho balanceándose encima de una Harley con una cerveza en cada mano.  

Conforme pasa el tiempo, se hace más difícil separar el mito de la realidad respecto a Hollister, no pudo haber sido tan malo, cuando el pueblo aceptó que, la AMA y los Salinas Ramblers, volvieran a organizar las carreras otra vez, tan sólo cinco meses después, los establecimientos de la ciudad dieron la bienvenida a los motociclistas (y a sus billeteras) de nuevo. 

La población estaba en calma en medio de una tormenta nacional; Hollister, que era la que había vivido realmente los “disturbios”, estaba preparada para recibir a los motociclistas de nuevo, mientras tanto otras ciudades de los EE.UU., que sólo habían leído lo que la prensa había escrito, suspendieron las carreras. Además, los departamentos de policía fomentaron la idea de que bandas errantes de despiadados matones motorizados podían aparecer en sus ciudades en cualquier momento, este era un recurso especialmente utilizado a la hora de asignar presupuestos. 

Cuando Hollywood en 1954 dramatizó el fin de semana Hollister en la película “Salvaje” (The Wild One), se perdió cualquier esperanza de salvar la imagen del motociclismo. En el mejor de los casos, se mostraba a los motociclistas como borrachos inadaptados y en el peor caso, como sociópatas. La única concesión de la película es la escena en que, después de un paseo en la Triumph de Marlon Brando, una  hermosa, pero casta, joven cambia de opinión. Si fuera posible. 

Irónicamente, la cobertura sensacionalista de Hollister en los medios contribuyó a engendrar auténticas bandas criminales de motoristas “fuera de la ley” pues una vez que el temor de la gente a los motociclistas llegó a su punto álgido, las motos resultaron irresistibles para los sociópatas auténticos. Algunos “depredadores” formaron clubes influenciados por las salvajemente exageradas representaciones en los medios de la delincuencia motorizada. Durante los 60’s, clubes como Hell’s Angels hacían parecer bueno a Marlon Brando. Desde entonces la AMA ha estado cubriéndose las espaldas a base de relaciones públicas.


 Lo testigos presenciales

Bertis ‘Bert’ Lanning
Bert Lanning tenía 37 años cuando se celebró Hollister el Gypsy Tour del 47. Como mecánico de un garaje local, tuvo contacto directo con muchos de los motoristas involucrados.  

“Trabajaba en Hollister, en la tienda de neumáticos de Bernie Sevenman, justo en la calle principal. Yo mismo tuve motos, una Harley del 45, y una Triumph. Ahora tengo 88 años y mi vista no es lo suficientemente buena para montar. ¡Pero todavía tengo una moto en mi garaje! 

Había mucho alboroto. En aquel entonces, la cerveza siempre venía en botellas, y había alguna que otra rota en la calle, así que algunos motoristas pinchaban sus ruedas. Las traían a la tienda, bien para que se las arreglaran, bien para arreglarlas ellos mismos. En un momento había tanta gente alrededor de la tienda que los chicos se pusieron a arreglar los neumáticos en la calle, entrando y saliendo a pedir herramientas. Tal vez desaparecieron un par de herramientas. En cualquier caso, mi jefe se puso nervioso y me dijo que cerrara la tienda. Pensé que era estupendo, porque quería salir de allí y verlo todo. 

Main Street estaba colapsado, pero ni de cerca tan mal como contaron los periódicos. Había un montón de tipos en el segundo piso del hotel, lanzando globos de agua. Yo no vi ninguna pelea ni nada parecido. Me gustó mucho. Supongo que a algunas personas, sencillamente, no les gustan las motos.” 


 Catherine Dabo

Catherine Dabo y su marido tenían el mejor hotel de Hollister. Cuando los motoristas estaban siendo demonizados por los medios, ella siempre los defendió.
 

“Mi marido y yo regentábamos el hotel, que tenía también restaurante y bar. Era el primer gran rally después de la guerra. Nuestro bar tenía unos 12 metros largo, y un motorista entro con su moto por la puerta del bar, cruzó la barra, traspasó la puerta. ¡Y apareció en el vestíbulo del hotel! 

Estábamos completos. Todas las habitaciones estaban ocupadas y teníamos gente durmiendo en los pasillos, en el vestíbulo, pero eran buena gente. ¡Tuvimos más problemas cualquier otro fin de semana! Nunca tuve miedo. Si te gusta la gente, gustas a la gente. Tal vez si se intenta decirles lo que deben hacer, entonces… ¡cuidado!

¡Las motos estaban aparcadas en la calle como sardinas en lata! No podía creer lo bonitas que eran algunas. 

Fue genial para nuestro negocio, nos dio el dinero que necesitábamos para pagar nuestras deudas y los impuestos. Todo pagado con sus habitaciones, su comida y sus bebidas. 

Ellos (la prensa) dinamitaron lo que fue. Yo ni siquiera sabía que había pasado algo hasta que leí los periódicos de San Francisco. ¡El pueblo era tan pequeño que si hubiera habido disturbios me hubiese enterado! Tenía tres hijos pequeños que vivían a pocos metros de distancia, y nunca temí por ellos. Creo que las carreras  se reanudaron en el 51. Mi marido y yo siempre defendimos a los motoristas. Eran buena gente.” 


 Gil Armas

Gil Armas todavía monta una Harley “Knucklehead” de 1947. Ha competido en pruebas de dirt track, y más tarde ha patrocinado a una serie de pilotos de velocidad.
 

“Por aquel entonces, yo era peón de albañil, trabajaba para un escayolista de Los Ángeles, tenía una Harley del 36, y rulaba con los Boozefighters. Nos dejábamos caer por bares como el ‘All American’, el Firestone y el Central. La mayoría de moto clubs iban por allí, incluyendo a los 13 Rebels y los Jackrabbits. 

Básicamente, ibamos a rodar. Algunos de nosotros participabamos en carreras , o nos encontramos donde hubiera eventos como relevos, drags, no había ningun evento llamado “quedarse fuera” donde todo el mundo estuviera en un gran círculo, y si conseguías pasar estabas fuera. Al principio, la mayoría de nuestras carreras eran “ilegales”, las organizábamos nosotros mismos, pero años más tarde, muchos de nosotros éramos profesionales y corríamos en la milla y la media milla (aprobadas por la AMA). Me retiré (de las carreras) en el 53. 

Fui a Hollister de paseo. Un par amigos míos iban a correr. Mi moto era un caso aparte, la metí en un remolque y la llevé hasta allí. No quería perderme la diversión. Terminé durmiendo en el coche.
Empezamos la fiesta. Había tantas motos que la policía bloqueó la carretera. De hecho, ellos participaron en ello. Había cuatro de ellos en un jeep. Tuvimos una especie de tira y afloja, nosotros empujábamos en una dirección y ellos en la otra. Los ánimos se encendieron un poco cuando alguien robó el sombrero de un policía, pero todo se calmó. Había carreras en la calle y cosas por el estilo, pero la policía lo tenía bajo control.

Después, los periódicos contaron historias de como sacamos a un montón de tíos de la cárcel, pero no sucedió nada de eso. Hubo un par de arrestos, básicamente por embriaguez y desordenes -, al fin y al cabo todo lo que hicimos fue bajar y sacarles de apuros. De hecho, algunos de los clubs intentaron obligar a los periódicos a retractarse. Lo hicieron,  escribieron una nota retractactándose, pero era tan pequeña que nadie la vio. 

Los dueños de los bares estaban fuera de sus locales diciendo: “!Mete tu moto!”. Me metieron en el bar. 

El domingo, la policía volvió con material antidisturbios, y dijo a todo el mundo que hiciera las maletas y se marchara. Al principio, nos sentamos en la acera y nos reimos de ellos, porque no había habido ningún motín, pero de todas formas nos fuimos. 

En aquellos tiempos, si montabas en moto, cualquiera que montara en moto era tu amigo. Nosotros (los Boozefighters) íbamos a todas las fiestas de presentación.”